Pintor ceramista y escultor en barro nacido en Sevilla en la penúltima década del siglo XIX, hacia 1888, en el hogar familiar de la calle Verde, en el barrio de la Judería. Fue bautizado en la iglesia parroquial de San Bartolomé. Sus padres, que eran primos hermanos entre sí, fueron Vicente Borrego Bocanegra y Remedios Bocanegra Gago. Eran naturales de Grazalema, pero residían en Sevilla, donde tenían un negocio de venta de mantas, colchones de lana y zaleas en la Puerta de Carmona. Pedro era el primogénito, tras él su hermana Lola y a continuación Vicente y José, militares profesionales en Artillería y Aviación respectivamente.
Por sus aptitudes artísticas, estudió en la Escuela de Artes y oficios en la calle Zaragoza, donde tuvo como profesor a Virgilio Mattoni. Al igual que otros jóvenes pintores ceramistas de aquella época, trabó una relación especial con el maestro ceramista D. José Recio del Rivero, director artístico de la Fábrica de José Mensaque y Vera, que sabía reconocer a los alumnos más aventajados, por lo que es de suponer que sus primeras obras las ejecutara en dicha fábrica de Mensaque y Vera, como de hecho las conocemos de los años 1915 y 1918. La amistad entre Pedro Borrego y José Recio perduró muchos años, pues el primero incluso visitaba -con su esposa e hija- al maestro en su casa de recreo en Alcalá de Guadaira.
La cercanía geográfica de las fábricas trianeras del momento (Mensaque y Vera, Pedro Navia, Mensaque Rodríguez y Cía y Ramos Rejano) motivaría por parte de Pedro Borrego Bocanegra una serie de relaciones con los artífices cerámicos del momento, máxime cuando desde la segunda década del siglo XX la actividad fue frenética al amparo de la construcción de los diversos edificios y pabellones de la Exposición Iberoamericana celebrada en Sevilla en 1929. Conocemos obras firmadas por él en las fábricas de Ramos Rejano y en J. Mensaque y Vera, bien de carácter religioso, como los retablos de Ánimas en la iglesia de San Juan de la Palma o el de San Pedro recibiendo las llaves del Reino celestial en el lateral de la iglesia de San Pedro, o de carácter profano y decorativo, como son algunos bancos de la Plaza de España (provincias de Castilla la Vieja), la glorieta del Quijote en la Plaza de América o la fuente de las ranas del Parque de María Luisa; también en la Venta de Antequera, en Bellavista.
Destacó también como escultor en barro, ejecutando diversos modelos posteriormente seriados o de diseño exclusivo. Por su creación artística en la citada Exposición Iberoamericana, al igual que otros muchos compañeros, recibió en 1930 un diploma en reconocimiento a la calidad y belleza de los trabajos realizados.
Como pintor de óleo, participó en algunas Exposiciones celebradas en Londres. No se conformó con trabajar en una sola fábrica, sino que ejecutó muchos encargos particulares, entre ellos para la edificación, teniendo muchas peticiones del arquitecto D. José Espiau.
En lo personal, se casó con Dña. Ángeles Vélez Lairan, natural del Puerto de Santa María, que residía en la calle Abades, a la que conoció por su vecindad, ya que por entonces la familia Borrego vivía en la cercana calle Mesón del Moro. Se casaron en 1930, estableciendo vivienda en la calle Palacios Malaver, cerca de la Plaza de los Carros (Montesión) y de seguida a Boteros 28-30, donde nace su hija Ana María, en 1933.
La familia gozaba de una posición económica desahogada, pues el ceramista había ganado bastante en los años de la Exposición, trabajaba de forma independiente, e incluso al terminar la Guerra Civil llegó a comprar un terreno en la Vega de Triana para poner un tejar y taller, viviendo por entonces en la calle Imagen 11. Pero la enfermedad se cebó con nuestro protagonista, y unas fiebres de Malta complicadas le llevaron a fatal desenlace tras un año enfermo, falleciendo en 1945 a los 57 años. Su viuda y su joven hija Ana María regentaron unos años un Bazar en la calle Osario, de loza, cristal y juguetes, llamado “La Cacharrería”, en plena Puerta de Osario.
En cuanto a su carácter, sus gustos y aficiones, gracias a los recuerdos de su hija, nos cuenta que aunque era una persona poco habladora, era alegre y extrovertido en sus relaciones, y sobre todo, sentenciaba con sus atinadas frases. Ejercía de sevillano, amante de su ciudad, de sus Monumentos y de sus costumbres. Era un entusiasta del género lírico, especialmente la Zarzuela, bien a través de la radio o el gramófono. Recuerda su hija que ya moribundo, tarareaba el estribillo de la zarzuela “Marina”.
Fuente: Entrevista con su hija Ana María Borrego Vélez a cargo de Martín Carlos Palomo García, en octubre de 2010. Nuestro agradecimiento a su amiga Sharon Page.