Navia Campos, Pedro

En Pedro Navia se dio la doble faceta de escultor ceramista e industrial de los barros vidriados, pues fundó y dirigió uno de los talleres cuya firma perdurará por siglos en los afamados azulejos que en sus hornos se cocieron. Nos referimos a Pedro Navia Campos, un extremeño que se afincó en Sevilla en el primer cuarto del siglo pasado y como un trianero más dejó su arte para gloria de este universal arrabal.

Para acercarnos a sus datos biográficos y artísticos hemos contado fundamentalmente con dos obras escritas y una entrevista con el que fue su más directo colaborador y sucesor al frente de la firma. En 1929 se publica la obra de José Cascales Muñoz, «Las Bellas Artes Plásticas en Sevilla», en la que la información recogida nos ofrece veracidad por ser contemporánea de su primera época. Existe una segunda obra monográfica escrita por un sacerdote de su pueblo natal, Almendralejo, Don Tobías Medina Cledón, publicada en 1997 al cumplirse el primer centenario de su nacimiento. En ella proporciona sus datos biográficos, su formación sevillana, se acerca a su obra cerámica en nuestra ciudad, se detiene en la que se conserva en Almendralejo e incluso atisba la exportada al continente americano, sin renunciar a su faceta como notable escultor. Finalmente, pudimos conversar en la primavera de 2003 con don Amador Pérez Barranquero, que trabajó en la oficina de la fábrica desde 1949 y al fallecimiento de Pedro Navia continuó quince años más con la industria hasta su cierre definitivo.

DATOS BIOGRÁFICOS

Pedro Navia nació en Almendralejo (Badajoz) el 3 de octubre de 1897, cuarto de los siete hijos que tuvieron el matrimonio formado por Ildefonso Navia Hurtado -conocido por Alonso- e Isabel Campos Madrid. Cuando contaba cinco años fallece su padre y la joven viuda tiene que sacar adelante a sus cuatro hijos supervivientes, pues en aquellos años la mortalidad infantil era elevada. Decide marchar en 1906 a Sevilla en busca de mejores horizontes para sus hijos. Pedro cuenta entonces con nueve años pero desde pequeño ha dado muestras de su habilidad para modelar figuras en barro. Sin embargo, poco sabemos de su actividad en los años de adolescencia, pues nos dice Cascales que su aprendizaje lo hizo en Sevilla cuando ya era un hombre, empezándolo en el estudio de D. José Lafita (padre), después de cumplir los diecinueve años (hacia 1916), en el taller de Sebastián Santos Rojas (1918)(2) y continuándolo, hasta completarlo, en la sección de Bellas Artes de la Escuela Industrial y de Artes y Oficios, en la que ingresó a los veintidós (1919) y donde recibió lecciones de los eximios profesores don Andrés Cánovas y Gallardo, don José Recio del Rivero, don Diego Salmerón y don José Ordóñez, obteniendo, por oposición, dos premios y un diploma en las clases de modelado y vaciado.

Su primer trabajo oficial lo realizaría como maestro de taller en Ramos Rejano desde 1920 hasta 1924, año en que se independiza para establecer su propio taller en la calle Castilla durante breve tiempo, pues adquirió un solar cerca de su casa (Ruiseñor,14) donde levantaría su casa-taller (Ruiseñor,21), una bonita casa de estilo regionalista con tres plantas levantada por el afamado albañil Juan Vallejo, cuya fachada decoró con piezas cerámicas en relieve modeladas por él mismo, nominándola como Fábrica Nuestra Señora de la Piedad, por ser ésta la advocación mariana de la patrona de su localidad natal, a la que profesó gran devoción. Amador Pérez Barranquero nos hace una descripción de cómo estaba organizado el edificio: «en la planta baja, pasando la cancela, a mano izquierda, estaba la oficina, decorada con un zócalo pintado por Alfonso Córdoba con escenas del Quijote. Allí mismo Pedro tenía su caballete para pintar los azulejos y las piezas. Al fondo de la planta baja había dos muflas de leña para cocer las piezas, las estanterías para los moldes y una parte de sótano donde trituraba los óxidos para preparar los colores y una pequeña cámara donde secretamente realizaba las mezclas y las pruebas para conseguir los colores típicos de la fábrica. En la primera planta estaba el taller de modelado y vaciado, con secadero. En la segunda planta el taller de pintores y a mano izquierda, su vivienda, compuesta de cocina, baño, comedor y salón-dormitorio, pues construyó un hueco en la pared revestido de azulejos policromos donde dormía sobre un colchón «embutido» en él (no como dice el libro de D. Tobías, debajo de la escalera). Por último, en la tercera planta había dos dormitorios, el lavadero y la azotea. El número de empleados de la fábrica osciló de seis a doce según el volumen de trabajo.

Su estado de soltería y la buena marcha de la fábrica le proporcionaban desahogo económico. Sin embargo, su carácter generoso y desprendido incluso en exceso le llevó a veces a situaciones de precariedad. Alternaba tanto con artistas e intelectuales como con gente sencilla. Fue gran aficionado a los toros, muy rociero y hermano de la Estrella, hecho frecuente entre los ceramistas trianeros por sus orígenes fundacionales. Viajó en diversas ocasiones al extranjero, especialmente a Italia y a Portugal.

SU OBRA

La fábrica de Pedro Navia colaboró activamente en el suministro de piezas decorativas para la Exposición Iberoamericana de 1929, especialmente las modeladas, como remates, balaustradas, ranas para fuentes, murales, etc, que bien se decoraban allí o se vendían a otras fábricas en «bizcocho» para posterior decoración.

Una buena parte de su producción la encontraremos en la Plaza de España, bien en su primera época de construcción como en la posterior reposición de piezas deterioradas o decoración complementaria. Por citar algunos elementos mencionaremos los escudos de Sevilla para las Puertas de Aragón y Navarra, los cuarenta y ocho medallones de españoles ilustres, veinticuatro águilas imperiales con el escudo de Carlos V y cuatro heraldos de gran tamaño. Tan amplia producción necesitó de colaboración de otros artistas que en esos años trataban de abrirse camino; así, podemos citar al escultor Cluny e incluso al después célebre imaginero Luis Ortega Brú (1).

En su faceta relacionada con los encargos realizados por las cofradías, por un lado suministraba piezas modeladas para los retablos (columnas, ménsulas, áticos, molduras, etc.) o figuras de nazarenos que otras firmas vidriaban, y de otro ejecutaban retablos cerámicos con las imágenes titulares de Hermandades o paneles conmemorativos. La imagen solían realizarla ceramistas consagrados de su taller como Alfonso Córdoba Romero, Manuel García Ramírez o Pedro Salas López-Cepero, que se incorporó a la empresa tras el cierre de la fábrica de la Vda. de Tova Villalba a finales de los años treinta. Otros encargos requerían la técnica del aguarrás -mucho más perfeccionista- y entonces la pintura de la imagen corría a cargo de Antonio Morilla Galea, que la ejecutaba en su casa-taller de la calle Miño. También su primo, Francisco Morilla, solía colaborar esporádicamente con Navia. Para enmarcar la imagen, el resto del trabajo lo hacían los pintores de Pedro Navia que, ejecutaban unos retablos carácterísticos cuyos bordes eran recortados hábilmente por los antes citados albañiles Vallejo, verdaderos especialistas en la difícil tarea de colocar retablos. Ejemplos de este tipo de retablos cerámicos los tenemos en el de la Virgen del Subterráneo para la Capilla de la Misericordia o en el de la Virgen de Las Nieves en Santa María la Blanca. Además de los escultores antes citados, trabajaron en su taller de modelado Juan Alcántara Oliver (de Castilleja), Ricardo Franco (bailarín de la compañía de Caracol), José Varela Galdámez e incluso su hermano, José Navia Campos, siempre bajo la supervisión del maestro.

Haremos mención de las obras más importantes para cofradías sevillanas salidas de sus hornos de las que tenemos conocimiento: Retablo del Cristo del Calvario en la Iglesia de la Magdalena (1942), Soledad de San Lorenzo en la fachada parroquial a calle Eslava (1944), ambos pintados por Alfonso Córdoba Romero; rótulos de las calles Manuel Font de Anta (1940) y Virgen de Gracia y Esperanza (1955); el retablo de la Virgen del Subterráneo para la Capilla de la Misericordia (1959), cuya imagen fue pintada por Antonio Morilla; panel de azulejos con versos de Rodríguez Buzón a la Virgen de las Lágrimas para sus dependencias (1958); las estaciones VI, X y XI del Vía Crucis a la Cruz del Campo (1959); como obras de bulto después vidriadas, citaremos los nazarenos de La Candelaria que decoran su Casa de Hermandad (1948), que aunque procedentes de su taller, se vidriaron en Cerámica Santa Ana.

Para Hermandades de Gloria, los retablos de la Virgen de las Nieves en Santa María la Blanca (1957) y para la Virgen del Mar en la Capilla de la Misericordia (1959), e innumerables para Hermandades de fuera de Sevilla, como el de la Virgen del Rocío en la Parroquia de San Nicolás de Sanlúcar de Barrameda.

RECONOCIMIENTO Y OCASO

Su localidad natal de Almendralejo quiso en vida rendirle homenaje a su trayectoria artística rotulando la calle «Nueva» donde residió su familia con el nombre de «Pedro Navia, Escultor», ciudad a la que viajaba siempre que podía para asistir a los acontecimientos familiares -festivos o luctuosos-, sociales o profesionales.

El final de sus días vino a consecuencia de una trombosis cerebral que lo tuvo quince días en coma profundo, falleciendo el día de Todos los Santos, 1 de Noviembre de 1960, a los sesenta y tres años, en el mismo lecho en que durmió desde 1924. Fue trasladado su cadáver a Almendralejo, publicándose la esquela convocando al funeral al mes de su fallecimiento con su nombre y segundo apellido en singular, que era como a él le gustaba hacerlo sonar, y debajo la actividad que fue su eje vital, «Escultor-decorador».

Fuentes:

Recopilado por Martín Carlos Palomo, ceramófilo sevillano, trabajo publicado en el Boletín de las Cofradías de Sevilla núm.530, abril de 2003 con el nombre “El escultor ceramista Pedro Navia Campos”

Agradecimientos:

A D. Juan González-Navia Sayago, familiar suyo residente en Sevilla que me proporcionó el libro de D. Tobías y fotografías antiguas. A D. Amador Pérez Barranquero, de cuya entrevista pude obtener valiosos testimonios para esbozar la biografía de Pedro Navia.

Bibliografía

* Cascales Muñoz, José. «Las Bellas Artes Plásticas en Sevilla». Toledo, 1929, tomo II, páginas 167-169.

* Medina Cledón, Tobías. «Pedro Navia Campos, escultor ceramista universal». Almendralejo, 1998. Editado por la Caja Rural de Almendralejo.

 

Talleres

  • Navia Campos, Pedro. Nuestra Señora de la Piedad. Fábrica desde 1924 hasta 1960