Pedro Salas nació el 8 de febrero de 1902 en la ciudad gaditana de Jerez de la Frontera, pero siendo niño, con ocho años, se traslada a Sevilla junto con su familia, que estableció su domicilio en la calle Lumbreras número 46. Pedro era sordomudo de nacimiento, y quizá por ello, el inevitable sentido de aislamiento le hizo desarrollar aún más sus excelentes dotes para el dibujo, pintando espléndidas láminas al carboncillo que hoy conserva su hija. También cultivó el óleo, pero sumergido en la vorágine que supuso la Exposición Iberoamericana de 1929 su actividad se decantó por la cerámica, actividad más rentable en aquellos momentos por la gran cantidad de encargos para las distintas fábricas y talleres. Tras una corta estancia en la Cartuja, ingresa en la fábrica de la Viuda de Tova Villalba, en calle Lictores, en el barrio de la Calzada. Allí tendría buen maestro, nada menos que a Enrique Orce, y en esa firma permanece hasta que cierra sus puertas a finales de los años treinta. En esta industria trabajó bastante el azulejo de tema religioso, como diversos azulejos en poder de particulares o su colaboración junto con Orce y Enrique Noriega en el Vía Crucis de la Parroquia de la Sagrada Familia (1930), o el escudo de la Hermandad de la Divina Enfermera de la iglesia de San Martín en 1932, ambas de Sevilla.
De todas formas, nunca abandonó la pintura con otras técnicas, como fue su faceta como decorador de abanicos.
En esta etapa de su vida casa con Francisca Ortiz Romero, también sordomuda. Continúan viviendo en calle Lumbreras unos años, luego en la calle Don Fadrique y por último en el barrio de Torreblanca. Del matrimonio nacieron dos hijas, Carmen y Antonia, siendo esta última también sordomuda, la que ha tenido la deferencia de ofrecerme datos, así como la prima de Pedro Salas, Carolina López-Cepero Carrera.
Cerrada la fábrica de la viuda de Tova comienza a trabajar para la Fábrica de Pedro Navia, en la calle Ruiseñor, con toda la experiencia y la profesionalidad alcanzada en años de duro trabajo. Solía acudir con sus compañeros al cercano bar El Cañaveral, en calle San Jacinto, donde se daban cita los personajes y los tipos de una Triana del ayer. A este periodo corresponden obras importantes como la restauración del banco de Barcelona de la Plaza de España, las estaciones del Vía Crucis a la Cruz del Campo que se hicieron en Pedro Navia (1959) o el impresionante mural colocado en el interior del Parque de Bomberos de la Puerta de la Carne, fechado en 1958, en el que magistralmente reproduce el óleo «San Juan de Dios salvando a los enfermos del incendio del Hospital», pintado por Manuel Gómez Moreno a finales del XIX. Recordemos que San Juan de Dios es el patrón del Cuerpo de Bomberos.
Firmaba con las iniciales «P.S.» o como «P. Salas».
En fin, toda una vida dedicada a la cerámica, que finalizó el 15 de mayo de 1981 en su domicilio de Torreblanca, cuando ya el deterioro de su salud le rindió, influido notablemente por esa enfermedad profesional característica de los ceramistas, que durante años inhalaron el polvillo de los óxidos y las diversas materias primas para la elaboración de los azulejos.
Esperamos haber rendido con este sencillo trabajo un homenaje de admiración y respeto a la memoria de una persona que trabajó e hizo grande, a lo mejor sin percatarse de ello, a la Cerámica de Triana.
Fuente: Recopilado por Martín Carlos Palomo García, ceramófilo sevillano, en entrevistas con Antonia Salas, hija del artista y Carolina López-Cepero Carrera, prima de Pedro Salas. Publicada en Revista Triana núm. 58. Sevilla, Abril de 1999.