Soto y Tello, Manuel

Artista de la cerámica trianera, miembro destacado de una saga de hombres dedicados a las tareas del barro, que tuvo un papel decisivo en el renacimiento de esta actividad desde mediados del siglo XIX. Nació en Sevilla, el 27 de julio de 1836, siendo bautizado en la parroquia de Santa Ana. Hijo del industrial Manuel Soto Rodríguez (1804-1866) y de Dolores Tello Estrada. Su padre había sido el primer eslabón del apellido Soto ligado a la cerámica, pues trabajó en los alfares de José y Juan Ojeda, de José Espinosa y de García Montalván.

La cronología de Manuel Soto y Tello abarca pues desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX, pues falleció el 5 de agosto de 1919. Siendo niño surgió instintivamente en él una vehemente afición a la pintura en los azulejos vidriados, y antes de formarse ya recibió las primeras nociones de Francisco Díaz Álvarez en la fábrica de José Espinosa (en la calle Barrio Nuevo, luego rotulada como Alfarería), recibiendo ya algún premio a los doce años de la Sociedad Sevilla de Amigos del País. Ingresa a continuación en la Escuela Provincial de Artes e Industrias y de Bellas Artes, en la estuvo desde los catorce hasta los diecinueve años, destacando especialmente en las clases de Dibujo, Colorido y Composición.

Tras el aprendizaje académico, se dedica a la elaboración de azulejos a imitación de los antiguos, formando sociedad en 1855 con el que después sería su suegro, Agustín González del Pino, con José Ojeda y con Francisco Ariza, que duró hasta 1867. Esta fábrica adquirió pronto gran prestigio, pues además atrajo la cooperación al mundo de la cerámica de otros pintores como a los Arellano, padre e hijo (Manuel Arellano Oliver y Manuel Arellano y Campos), Vicente Fourrat Campos y Manuel Tortosa Fernández.

A él se debe, según hace constar José Gestoso en su Historia de los Barros Vidriados, el primer paso en el resurgimiento de la cerámica artística hispalense. Se entrega a la aplicación de nuevos procedimientos, ejecutando trabajos originales en zócalos, cuadros de asuntos religiosos, retratos de personajes ilustres, etc., siendo una de sus primeras obras la reproducción en sepia de la puerta de San Miguel de la Catedral de Sevilla. En gran parte se debe a él el perfeccionamiento de la pintura del azulejo plano, la restauración de la cuerda seca y el rescate del reflejo metálico con nuevas fórmulas para conseguir la calidad de las antiguas.

En este periodo que va desde 1855 hasta 1867, en que se disolvió la sociedad, no hubo otra fábrica que pudiera competir con la que dirigía Manuel Soto y Tello, en la producción de loza basta y fina, ni en la de azulejos, alizares, arabescos esmaltados, caños vidriados y toda clase de objetos cerámicos. Al disolverse la sociedad en 1867, quedó solo Agustín González del Pino con su yerno Manuel Soto y Tello, creando la razón González Soto y Cía., en calle Alfarería 75, hasta 1872, en que se quedó en solitario. Se entrega al desarrollo de su industria desde el punto de vista artístico, debiéndose a esta etapa su restauración de los zócalos de la Capilla Mayor de la iglesia de San Gil, algunos del Alcázar y de la casa de Pilatos.

Ocupó una plaza de profesor de Cerámica Artística en la misma escuela Industrial y de Artes y Oficios en la que se había formado, concurriendo con todos sus trabajos a todas las Exposiciones regionales, nacionales e internacionales de su época, conquistando medallas de plata y oro así como diplomas de honor en las de Sevilla, Valencia, Barcelona, Paris, Viena, Londres y Filadelfia. La instalada en Paris la regaló al Rey D. Alfonso XII, quien le distinguió con varias condecoraciones, entre otras la Gran Cruz de Carlos III y el de Caballero de la Orden de Isabel la Católica en 1879, nombrándole la Sociedad Hispalense de Amigos del País con el título de socio de mérito.

Contó entre sus principales clientes con el Marques de la Motilla, con el Duque de Montpensier, que le confió el decorado de su Palacio de Sanlúcar de Barrameda, así como dos hermosos jarrones; el Conde de París, que le encargó la mayor parte de los azulejos que se admiran en su Palacio de Villamanrique y el Rey Eduardo VII de Inglaterra, para el que ejecutó un gran zócalo de mosaico al estilo mudéjar.

Del primer matrimonio con la hija de Agustín González del Pino nació Fernando Soto González, que también fue pintor e industrial del barro vidriado. Nació en Sevilla y falleció en Madrid. Muy preparado en la investigación de la técnica cerámica, dirigió con 23 años la fábrica de su padre, asociándose en 1888 a los hermanos José y Enrique Mensaque y Vera para formar la razón social José Mensaque, Hermanos y Cía., los primeros como socios capitalistas y él como socio industrial, con sede en las instalaciones de la familia Mensaque en calle Justino Matute y Ruiseñor y exposición en calle San Jacinto (4).

En segundas nupcias casó con Concepción Pesquero García, teniendo un solo hijo, Manuel Soto Pesquero, también continuador del oficio paterno, aunque con menos brillantez. La descendencia de Soto Pesquero, y por tanto, nietos de Manuel Soto y Tello, fueron Manuel y Antonia Soto Carretero, ya en pleno siglo XX.

Manuel Soto Carretero, después de muchos años trabajando en Cerámica Santa Ana, fundó en 1974 la firma S´artef en unión de su compañero, también pintor ceramista, Facundo Peláez Jaén. Otro miembro de la familia, aunque menos destacado artísticamente, fue Manuel Soto Fernández, que desarrolló su trabajo ya en el siglo XX en los alfares de la calle Alfarería 71.

Notas:

  1. Gestoso y Pérez, José. Historia de los barros Vidriados. Sevilla, 1903
  2. Cascales Muñoz, José. Las Bellas Artes Plásticas en Sevilla. Tomo III. Toledo, 1929, páginas 121-123
  3. Domenech Martínez, Rafael. El Azulejo Sevillano. Sevilla, 1988.p.212
  4. Escritura notarial de constitución de la Sociedad fechada en 15 de enero de 1889, localizada por D. Juan Barrera López en el Archivo Histórico provincial.

Talleres

  • Soto y Tello, Manuel, fábrica desde 1872 hasta 1919