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Era habitual que el aguardiente se guardara en un contenedor que hoy llamamos botija doméstica para diferenciarla de las botijas comerciales. En realidad, solo compartían con aquellas su forma esférica porque a diferencia de las anteriores, la doméstica tiene un anillo de solero para su asiento, un asa que va del labio al hombre y está completamente vidriada en verde.