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El friso se ubica en la parte superior del muro de la sacristía, adaptándose perfectamente al marco arquitectónico que lo acoge, destacando por ello las piezas curvas que se ubican en las ménsulas, hechas ex profeso para ese lugar. La composición del friso es simple, alternándose parejas de ángeles en actitud de adorar al Santísimo en una custodia de templete. Entre ellos se sitúa la bola del mundo, fajada y rematada con una cruz, símbolo de este templo.
La datación y autoría de las piezas no está clara puesto que en estilo son propias de principios del siglo XVII, pero se ubican en un marco arquitectónico del último tercio del siglo XVI.