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La medida de los azulejos es de 13 x 13. Cada jarrón está compuesto por 36 azulejos (6 x 6), más el enmarcado de la cenefa de montería (13 x 6,50). El total de cada elemento (jarrón) es 91 x 91 cm. El zócalo cubre todo el perímetro de la capilla, a excepción de los vanos de puertas y mesa de altar. El total de escenas florales es de 27. Los alizares (escuadras cerámicas) que protegen las esquinas de la puerta principal de la capilla tienen unas dimensiones diferentes a los azulejos: 10 x 10 x 20 cm.

El conjunto cerámico está compuesto por un zócalo con dos espacios bien diferenciados: la parte baja está resuelta con azulejos blancos y azules, pintados de forma triangular, componiendo cuadros verticales. La superior, con las mismas dimensiones, está resuelta con 15 macetones con flores, todos ellos idénticos en formato, diseño y colorido. Resueltos con azul cobalto empleando solo el amarillo para las dos aves enfrentadas que protegen cada macetón. Estos motivos recuerdan a las “albarradas” que solían pintarse en Portugal en los siglos XVII y XVIII, novedosas en la cerámica andaluza. En cuanto al colorido y técnica pictórica, lo más parecido que conocemos son los zócalos de la Iglesia/Capilla de N. S. de la Paz, Residencia de Mayores de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, en la Plaza del Salvador de Sevilla, fechados en 1771. El edificio en el que se ubica esta Capilla de Lebrija fue propiedad de la Hermandad de la Caridad desde 1683, como fruto de una donación. Se dedicó a Casa Hospital de Hombres. Posteriormente ha sido utilizado por diferentes instituciones y en la actualidad es una residencia para personas mayores a cargo de una fundación privada. Con motivo de una necesaria restauración que se lleva a cabo en 2003 se elabora un informe en el que se dice, entre otras cosas, que “este conjunto cerámico puede fecharse entre un siglo XVIII muy avanzado y el primer tercio del siglo XIX, debido a las características que presentan". Esta época en la que se encuentra enmarcado este zócalo, es una etapa de crisis en la producción cerámica hispalense, debido a causas fundamentalmente políticas. Por tanto se utilizan motivos y tipos que ya se habían venido empleando durante el siglo XVIII. La conservación del conjunto es bastante buena, habiéndose recurrido a la restauración en frío de escasas piezas. Enmarcando los motivos anteriormente descritos, aparece un tipo de azulejo de montería, con representación de insectos, perros, gacelas, pájaros y hasta rostros humanos. (Jesús Marín García)