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Los Poblados de Colonización surgieron como fruto de la contrarreforma realizada por el régimen franquista a la reforma agraria de la II República. Se trataba de asentar a una población agrícola-ganadera sin apenas expectativas laborales en unos hábitats de nueva creación, promovidos por el Instituto Nacional de Colonización, organismo creado ex profeso para desarrollar estas políticas de asentamientos, normalmente cercanas a zonas regables. Así sucedió en las zonas del Viar, Bajo Guadalquivir y el rio Bembézar.
La construcción de los poblados supuso un gran campo de experimentación de la arquitectura y el urbanismo rural para el que trabajaron una serie de arquitectos jóvenes tan importantes como Alejandro de la Sota, José Borobio, Fernando de la Cuadra, Fernández Alba, Fernando Terán, entre otros, todos ellos dirigidos por el arquitecto jefe José Luis Fernández del Amo.
En cada uno de estos nuevos poblados se situaba una iglesia que se dotaba del mobiliario y la decoración básica (pila bautismal, sagrario, bancos, confesionarios, imágenes religiosas, lámparas, etc.).
La cerámica jugó un papel fundamental en la decoración de muchas de estas iglesias, tanto el exterior como en interiores. Muchas de ellas fueron equipadas con Vía Crucis de cerámica realizados por jóvenes creadores de la época, entre los que hay que destacar a Julián Gil Martínez, Antonio Suárez, José Luis Sánchez, Carlos Pascual Lara y Antonio Hernández Carpe.
Gil Martínez creó este conjunto para la iglesia del Divino Salvador en el poblado gaditano de Castellar de la Frontera. El templo, de planta hexagonal, es un trabajo postconciliar (1967) y las estaciones del Vía Crucis están resueltas de una manera original y novedosa. Se han situado a modo de friso alto, son de cerámica policromada y tienen un formato de grandes dimensiones. Las estaciones se encadenan las unas a las otras en una misma escena continuada e historiada, como si se tratase de unos fotogramas. Las escenas del Vía Crucis se suceden sin solución de continuidad, encadenadas a ambos lados de la iglesia. Se sitúan a una altura de 2.50 metros y miden de alto, 90 cm. que se sitúa sobre los dinteles de las puertas del lado del Evangelio y en paralelo en la pared de la Epístola.
Al Vía Crucis le falta la décimo tercera estación que, con seguridad, debió ocupar el espacio que hoy ocupa la puerta lateral de la iglesia. Desconocemos si esta escena se destruyó en la obra o se conserva. En las dependencias parroquiales se conservaban algunos de los azulejos que se han ido cayendo o retirado por motivos diversos. Sería interesante que se abordara su restauración al completo.
Para la provincia de Sevilla realizó trabajos en Maribáñez, Vetaherrado y para Sacramento. En todos estos casos utiliza un lenguaje expresionista, un tanto naif, de aparente simplicidad. Sus figuras están delimitadas por unas líneas negras rellenas de color, predominando el azul. La estaciones se resuelven con un detalle fragmentario.
Gil también realizó trabajos cerámicos para otros poblados destacando los murales para las capillas bautismales de Sacramento, Setefilla y San Leandro. (Jesús Marín García).