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La azulejería valenciana del siglo XIX fue obra de un número importante de pintores cerámicos, cuyos nombres conocemos porque firmaron algunas pocas obras y, sobre todo, por la documentación conservada.

Aun así, no siempre es posible relacionar el nombre de los pintores con sus obras concretas. Pero en este caso claramente, por la cantidad y la calidad de su obra, como es el caso de este retablo aunque anónimo ha sido fácil identificar.

Se trata del retablo de la coronación de la Virgen María por la Santísima Trinidad, aunque la filacteria que aparece en el mismo, la titula bajo la invocación mariana de Salud de los Enfermos.

La gran cantidad de retablos devocionales atribuibles a los Garcés (padre e hijo) que podemos encontrar todavía en las calles valencianas son indicio del éxito que en ambos logró su producción.

El estilo y especialmente la fisonomía de las figuras están muy alejados de los gustos estéticos actuales, pero es evidente que sintonizó perfectamente con la clientela devota de la segunda mitad del siglo XIX.

Hablar de los Garcés es adentrarnos en la vida de dos personajes que tuvieron mucha influencia en la primera mitad del siglo XIX. Valentín Garcés Tadeo y su hijo Manuel Garcés López quién falleció antes que su padre.

Observando la obra de ambos dos pintores, me inclino a pensar que el panel de Sevilla, con toda probabilidad, tiene la factura de Valentín Garcés y Tadeo (1801- ca.1883). Fue un pintor cerámico valenciano que nació en 1801 y estuvo activo al menos laboralmente hasta el año 1883; fecha en que aún trabajó en un retablo dedicado a San Antonio Abad —porque así consta en el mismo— que hoy día se expone en el Museo del Azulejo de la localidad de Onda.

En sus primeras obras, el perfilado del dibujo estaba muy marcado, aunque por el paso del tiempo esa forma de trabajar irá diluyéndose para manejar una pincelada más suelta y a la vez larga. Destaca en sus comienzos por su colorido, azul, amarillos, marrones y toques de verdes oliva, para pasar también con los años a tonalidades más rosáceas.
Las formas de sus personajes continuarán invariables a lo largo de su trayectoria pictórica. Dibuja siempre los ojos almendrados, saltones y vidriosos de párpados pesados, mientras los cabellos de sus personajes se muestran ondulados y a la vez espesos.

Características que se pueden apreciar perfectamente en el retablo de Sevilla, que por su colorido y su perfilado se podría datar hacia la primera época del pintor.

Su vida laboral discurrió entre varias fábricas; en sus comienzos llegó a pintar en las Reales Fábricas de Valencia. Posiblemente después llegaría a trabajar para Novella y Garcés, que era propiedad de su hijo Manuel, puesto que en 1873 alquilan sus instalaciones en la fábrica de la calle de la Corona. Por un correo de finales del siglo XIX, se sabe que Valentín es director de una fábrica, pero desgraciadamente no cita su nombre. En aquella época, la mayoría de los obradores de la ciudad de Valencia se concentraban entre la calle de la Corona y la de Mosén Femàdes. (Pascual Luis Segura Moreno)

Nuestro agradecimiento a la congregación de las Hijas de la Caridad de Sevilla por las facilidades dadas para poder realizar estas fotografías.

Conjunto

Sevilla. Casa Provincial de las Hijas de la Caridad